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6 jul 2011

LA MARMOTTE

Con carácter previo debo advertiros que esto es un relato de mi experiencia en esta cicloturista, es un poco extenso, pero espero no ser muy pesado con esta larga crónica.


No puedo ocultar mi alegría y satisfacción por haber podido superar esta dura prueba. Es la más bonita que he podido disfrutar de cuantas he hecho, por la belleza de sus montañas y los lugares por la que discurre, por el gran ambiente de ciclismo que se vive los días previos a la prueba, cicloturistas de todo el mundo se concitan para esta experiencia en los Alpes franceses.
He estado unos días en la bonita localidad del Alpe D’Huez, más bien estación de esquí, allí había centenares de ciclistas y otros deportistas que se hospedan para entrenar en Altitud (1865 metros), el trasiego de ciclistas era constante a todas horas, desde las primeras horas del día, a las 6 de la mañana, hasta las diez de la noche, había siempre ciclistas paseando, entrenando y sobre todo, subiendo y bajando el mítico puerto Alpe D’huez.

Voy al grano y os describo como fue para mí La Marmotte. El desayuno a las 5 de la mañana, me preparo para bajar en bici el Alpe D’huez hasta el pueblo donde está la salida, Le Bourg d’Oisans, a 14 KMS., pero nada más salir por las puertas del Hotel observo que los coches tienen escarcha, una capa de hielo, veo el termómetro que marca dos grados, de modo que me volví por las llaves del coche y descendí el puerto sin arriesgarme a caerme del frío. No obstante ya vi a algunos fieras que bajaban el puerto en bici, y también se cumplía las predicciones de un compañero de APM (altimetrías) que me recomendó que no bajase en bici, no solo por el frío, sino porque suelen verse gente con averías en las bicis y pinchazos, y efectivamente en el descenso vi a dos arreglando pinchazos y otro líado con la cadena en el cruce de la figura de la Marmota.
Una vez en Bourg d’Oisans me señalan el lugar de la salida, recorremos unas carreteras, y calles, así cientos de ciclistas, tengo que deciros que había más de nueve mil dorsales de participantes, y por el número del dorsal nos desvían a calles distintas para entrar en cajones con horarios de salida distintos, a mi me correspondía el último cajón y la hora de salir sería a las 07:50 horas, los primeros partieron a las 07:00 horas. En el puesto de salida la gente permanecía casi en silencio, algo que me llamó la atención si lo comparaba con las cicloturistas que antes había hecho, y puntualmente comenzamos a la hora señalada, nadie se atropellaba por querer adelantar a otro, quizás porque sabíamos todos que la prueba era larga y no hacía falta correr para coger puestos de cabeza, y los tiempos se marcaban por los pasos de alfombra con el chip.
Primero comenzamos por unas largas rectas, cientos de corredores, agrupados, así unos diez kilómetros, hasta que llegamos a un pantano, cuando levanto la cabeza compruebo que allí comienzan la estribaciones del primer puerto, el Glandón, unas zetas con buenas pendientes, que me adentran en una zona boscosa. Me detengo junto a otros ciclistas para desprendernos de ropa de abrigo, habíamos salido con seis grados y ahora ya sobraba todo. Las primeras rampas son de un 10,% 12% y 13%, así serían los primeros 8 kms., con una media que superaba el 7’55 de desnivel, la gente seguía agrupada, se ascendía incluso agolpados, con dificultad para mantener en ocasiones el equilibrio por tanto ciclista. A mitad del puerto hay un respiro durante dos kilómetros, pues el desnivel baja, para comenzar otras duras subidas con porcentajes mantenidos del 10 y 11% de media, rampas de más del 15%, que te encuentras después de un descenso con giro a la derecha., allí algunos estaban descabalgados colocando la cadena, otros ya habían partido la cadena porque les sorprendió la larga y empinada subida. El ascenso se comparte realmente con otro mítico puerto, la Croix de Fer, llegando a salir a una zona despoblada de árboles donde comenzó el viento de cara, aproveché para colocarme detrás de unos ciclistas para no sufrir demasiado en esa última parte del puerto, llegando a superar los 2000 m. de altitud. Ya había menos ciclistas, los 28 kms. de ascenso había ido dispersando a la gente.
En la cumbre, se pasa una alfombra para control con el chip, cojo agua pero de un avituallamiento particular como otros que había de clubes cicloturistas, este parecía el de los Australianos, después había más, grupos de ciclistas que estaban organizados y llevaban sus propios furgones y carpas con avituallamientos, muy bien organizados,
El descenso me advierten de que es peligroso, y así es, en la bajada dos esperaban tumbados en la cuneta a la ambulancia, después me enteré de otro había caído porque le reventó la rueda delantera. Una bajada muy pronunciada, estrecha, con mal asfaltado y enorme tajos.
Finalizado el descenso comenzamos a agruparnos para llanear, entramos en un carretera ancha, con un arcén grande donde formamos grupetta para evitar el fuerte viento de cara, la carretera comienza a ascender, me vino inmediatamente el recuerdo del Portalet de la QH, se parecía bastante, una subida muy tendida, carretera amplia. Llegamos a un avituallamiento de agua, y le pregunto a una chica si estábamos ya en el Col del Telegraphe, lo decía porque me había dicho algún amigo que este puerto era suave y llevábamos kilómetros de ascenso suave, y me dice la joven !dos kilómetros! (en inglés), claro pensé que solo faltaban dos kilómetros para coronar el segundo puerto, pero me oyó un americano y me respondió que no, que quedaban unos dos kilómetros para que comenzara el ascenso del Telégrafo y que ya lo vería, pues si señor, sobran palabras, efectivamente llegamos a un pueblo, nos hacen girar a la derecha, pasamos un puente sobre un caudaloso río y comienzan rampas buenas del famoso Telegraphe, que risa, rampas del 15%, del 11%, total 12 kilómetros con media del 8 y 7%, me permito recordar aquí que nuestra Fuente de la Reina tiene una media del 5’6%. En este puerto la temperatura subía a 34 grados, calorcita que afortunadamente no fue peor porque en algunos sitios podía cobijarme a la sombra, cuando no venían coches o motos, claro, porque un defecto de esta prueba es que los coches y motos pasan al lado de los ciclistas.
Una vez coronado el Telegraphe me detengo en un descenso en un Avituallamiento sólido, es el kilómetro 95 de la prueba. Aunque nunca miré el reloj, ni el tiempo que llevaba subido en la bici, ni medias, ni desnivel, nada, solo iba pendiente del pulso y de comer y beber, sin fallos.
Hay unos cuatro o cinco kilómetros de bajada hasta llegar a Valloire, aquí comienza el temido GALIBIER, !!que respeto!!!. Salvo el primer kilómetro que me recordó nuestro Puerto de La Mina, pues era al 10 u 11% constante, después había unos kilómetros más suaves, unos tres de ellos con una media del 8% de desnivel constante, así hasta llegar a Plan Lachat, allí lo que hay es un restaurante, que tenía colocado una mesa vendiendo latas de coca colas a los ciclistas. Este Puertazo está despoblado de árboles, pero tiene nieve arriba, riachuelos y arroyos por doquier. Pero en Plan Lachat comienza lo duro, estamos rozando los 2000 metros de Altitud, hace viento, pega muy fuerte el sol, y quedan 8 kilómetros y medio con un desnivel constante del 8%, con rampas del 10 y 12 %, con el añadido de la altitud que alcanza en la cumbre los 2642 metros. Aquí se ven más ciclistas a pie, ya me encontré algunos antes en el Telegraphe, pero aquí más, no se si acalambrados, asfixiados o qué. Algunos observaba que pegaban fuertes carreras con la bici, veía que me pasaban pero a los pocos metros se detenían en alguna curva donde bajaba un poco desnivel, allí se detenían y tomaban oxígeno. Una estrategia sorprendente, la mía fue siempre desde el inicio la misma, no parar salvo para coger agua y ponerme o quitarme ropa en descensos, y lo más importante para garantizarme que acabaría la prueba no superar mi umbral anaeróbico, no debía sobrepasar el 80 u 85% de mi FC máxima, salvo en sitios puntuales que la pendiente me obligaba, es más, el pulso se mantuvo casi siempre constante salvo al superar los 2000 metros que probablemente por sugestión lo que hizo fue bajarme a 135 ppm, más o menos. Pero no recuerdo haber subido puertos donde haya que tenido que ponerme tantas veces de pie en la bici.
En los últimos kilómetros del Galibier la organización tiene instalados carteles anunciando los kilómetros que restan hasta la cumbre (sommet) y te indican los porcentajes, era mejor no mirarlos, siempre el 8%. Pero bueno, iba a mi marcha, machacona, sin cesar, siempre dando a los pedales, mirando y disfrutando del paisaje, !que bonito!, me recordaba el final del Veleta, con esa luz especial que hay a esa altitud. Después de una curva pronunciada se ve unas largas zetas, con mucho desnivel pero pensé que al final de aquellas rectas estaría la cima, pero tampoco, después de girar la montaña a la izquierda otras zetas con subidas rectas que parecían eternas, ahora para colmo marca kilómetro al 9% de media, con cuestas del 11 y 12%, por fin se gira a la izquierda y acaba el infinito puerto del Galibier. No quiero mirar el desnivel acumulado, prefiero seguir disfrutando, así que me detengo en un avituallamiento que hay en la cumbre, hago una foto al lugar con mi móvil y emprendo el descenso.
Este descenso comienza muy bien, carretera recién asfaltada, estoy bajando otro puerto excepcional “El Lautaret”. Ahora el viento pega más fuerte y en cuanto acaba me intento agrupar con otros corredores para no desgastarme más, sigo intentando administra mis fuerzas, no sabía cuántas horas llevaba pedaleando, pero iba muy bien. Anduvimos unos 40 kilómetros, llanos y algunas subidas, y un pequeño puerto, atravesamos muchos y largos túneles, y el viento pegaba de lo lindo, de modo que iba saltando a los grupos que más me interesaban. Por fin compruebo el cartel de diez kilómetros a Bourg d’Oissans,, aquí me cambio de grupo me veía fuerte. Llego por fin al pie del Alpe D’huez, me quedan 13 kilómetros de subida y 1160 metros de desnivel, concentrado en una montaña cuyas interminables curvas asomaban colgadas como terrazas de un gigantesco edificio. En el comienzo de este último puerto, como ocurríó en los restantes, vuelve a haber una alfombra que controla el paso con el chip, se congrega cierto público dando ánimos. Aquí por el entusiasmo de verme que era casi el final, acelero y me enfrento a la primera rampa adelantando gente, que error, en la curva primera, la 21, me di cuenta que podría caerme de la bici si seguía así, ya allí había ciclistas sentados en los malecones bebiendo y recuperándose para subir el puerto, así que retomo la misma marcha que siempre había llevado y comienzo este puertazo con suma paciencia, es terrorífico, para compararlo me tengo que trasladar al muro de Almachar y subirlo dos veces, las rampas no dan tregua, son constantes y mantenidas, tomas aire al girar en sus famosas curvas, con placas dedicadas a corredores que han ganado en el Tour ascendiendo este pedazo de puerto, había algunos ciclistas siempre en todas las curvas, veía a algunos que me adelantaban y se detenían en la siguiente curva, se bajaban de la bici y descansaban, !vaya sistema!.
Cuando llego al cementerio de los Holandeses me embarga la emoción, por saber que me quedaban siete kilómetros para llegar a meta, me dan agua unas señoras, y sigo mi subida, otros iban caminando con las bicis, yo no quería mirar hacia arriba porque días antes ya había comprobado la imagen que ofrece la subida de este puerto, y es mejor no mirar las curvas que asoman por encima porque te vienes abajo.
Cuando veo por fin un cartel que anuncia tres kilómetros a meta, cambio y meto varias coronas, me veo muy bien y aprieto, en una de las últimas rampas a un kilómetro de meta hay gente gritando, sigo fuerte y pasando a algunos, así hasta llegar a la meta que está en un pequeño descenso dentro de la población. Me siento muy feliz, y ahora veo el tiempo que había tardado en la prueba 11 horas, 59 minutos. Me dirijo a recoger el Diploma, es bronce, y una medalla. Comparto algunas palabras mientras esperaba en una cola para retirar el diploma con un español, Vasco, que me hablaba de la sorprendente dureza de la prueba y que él pensaba que los puertos serían como los de la Quebrantahuesos, pero no son nada de tendidos sino con grandes cuestas y mantenidas, y que era inigualable la belleza de estos puertos de los Alpes en comparación con los de los Pirineos. Me decía que era la más dura de su vida.
En esta cicloturista he visto pocos españoles, hablé con dos navarros y unos valencianos, un día antes, pero iban a hacer la MiMarmotte, esta prueba es la misma pero se hace en dos días. Si pude conocer personalmente a Jesús de Altimetrías, y Aurelio, un joven que le acompañaba, Jesús era la décima vez que participaba en esta prueba y me dio algunos buenos consejos.
Otro datos que puedo daros de esta marcha, pues que quemé más de 8200 Kcl., subí 5000 metros de desnivel positivo y 3800 metros en bajada, que hubo temperaturas extremas, partimos desde la salida con 6 grados y durante la prueba llegamos a 34 grados. Mi pulso medio en toda la prueba fue de 138 ppm, mí máxima en la prueba fue de 168 ppm., la distancia fue de 175’9 kms, aunque después de propina tuve que bajar el Alpe D´huez para recoger mi coche, pero aproveché para dar ánimos a un belga con el compartí algunas subidas durante la prueba. Durante la cicloturista conocí a dos italianos, en el telegraphe porque me llamaba la atención el nombre de sus maillot “La togue in fuga”, y cuando les pregunté me confirmaron que eran colegas, abogados de la ciudad de Pescara, y que conocían Málaga, !!piú bella Málaga!!. Otro ciclista de un club de Madrid con quien pude hablar subiendo el Glandón, venía de hacer la QH.
En fin, yo intenté lucir los colores de nuestro club y traigo recuerdos que difícilmente olvidaré, !!que cicloturista más grande!!, yo he tenido la oportunidad de participar en su trígésima edición y espero que vosotros podáis disfrutarlas también alguna vez.

Saludos
 
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