Veinticuatro ciclistas nos presentamos en la salida, en una mañana algo fresquita para las fechas en las que estamos, dispuestos a disfrutar de nuestra pasión (o una de ellas a juzgar por los tests que vamos viendo semanalmente de los compañeros).
Mientras esperábamos a que diesen las 8 por el reloj de la estación, hubo cierto debate para ver por que carretera llegaríamos a Arroyo Coche. La “oficial”, la que se coge a derecha 1 km antes del puente de hierro, sigue cortada, y con vallas impidiendo el paso, por lo que se opta ir por la carretera que hay a mitad de subida a Almogía a la derecha, y que va a parar a la subida del Barranco del Sol. Yo fui de los más defensores de coger esa carretera (1 km y algo con fuertes pendientes descendentes), y luego me arrepentiría.
Empezamos a callejear hacia el Puerto de la Torre, por la ruta clásica, es decir, Avda de Carlos Haya desde Las Chapas. Más corta es que la otra ruta, pero con muchos semáforos. He contado 19 paradas en la gráfica del Polar.
Terreno de repechos hasta el puente de hierro sin novedad, excepto una nueva “schleckada” de Salvador. Se desmadra un poco los ritmos en la primera de la subida a Almogía. En el cruce de la carretera de Barranco del Sol, reagrupamiento. Iniciamos el descenso, despacio y con precaución. El piso bien asfaltado, aunque de fuertes pendientes. Eso debió hacer que la llanta delantera se me calentase bastante, y justo al final de la bajada, a 50 m de incorporarnos a la carretera clásica del Camino de Antequera, cuando ya había soltado los frenos, en una curva a izquierdas…¡¡pssssss!!...¡¡clonk!! Reventón de la cámara delantera por el calor (imagino), y un servidor al suelo sobre el costado izquierdo. Una vez levantado y comprobado que no tenía nada más que un golpe en el muslo izquierdo y dos heridillas en el codo de ese lado, me disponía a cambiar la cámara, pero veo con agrado y casi vergüenza como hay casi “una pelea” para solucionar la avería entre los compañeros. No toqué ni un desmontable, y sólo eché mano del bolsillo trasero para dar una de las dos cámaras de repuesto. ¡Muchas gracias!
Enseguida, una vez cerciorado de nuevo que todo estaba bien y no me dolía más que el susto, seguimos camino. La verdad, si la carretera fue propuesta mía, y si alguien tenía que caerse, mejor que haya sido yo.
A los pocos metros, otra incidencia, en éste caso, pinchazo de Fernando (él dice que al pillar una cagarrutilla de cabra), resuelta enseguida.
Seguimos camino, ya en varios grupillos, a través de lo que se había hablado como tramo libre, entre Siete Revueltas y Colmenar. Yo no se bien que tal fueron los demás, y sólo puedo decir que fui muy bien atendido por Farma, Juan Carlos, Manolo Medina y Pepe. Cada vez me iba sintiendo mejor, una vez pasado el susto por la caída.
En Colmenar, parada en el kiosco clásico ya, y aprovecho para ir a una carnicería cercana de unos conocidos, a por betadine, agua oxigenada, gasas, etc.
Esperamos al nuevo reagrupamiento y de ahí hacia Málaga, por la vertiente “fácil” de El León. Sin mayores novedades coronamos Galwey y la fuente, y hacia abajo. Unos con prisa, y yo con cierto miedo, dejando refrigerar las llantas y frenando levantando el torso. Ciertamente no tiene nada que ver en cuanto a exigencias del material una bajada de 1 km al 14% medio con El León, ya que en éste último caso hay más rectas para refrigerar, y muchas curvas que ni tocas freno, pero cuando se va cruzado y con miedo, se va.
Llegué a Málaga con Farma, y me despedí de él, entre romeros camino de la Romería de la Virgen de la Victoria, y gente con ganas de feria.
Una vez en casa, el parte del accidente es satisfactorio. Cierto dolor en el muslo izquierdo, con visos de haber moratón (menos mal que duermo para el otro lado o boca arriba). La bici y la equipación son duras. Y las manchas, ninguna que no se pueda quitar con jabón verde.
Hablando de verde, y de romero, para el próximo día, hay que quemar una planta entera de romero. La racha de incidentes en el club empieza a ser molesta.
Quique.
